27 octubre 2012

Ginger

Las historias de nuestros perros siempre empiezan por lo mismo, por la falta de control de natalidad. Demasiadas veces pasa: alguien que no se preocupa de que su perra no tenga descendencia, alguien que los reparte, alguien que se queda con un pobre cachorro por pena y porque desea tener un perro, y el perro no es el adecuado ni al hogar de esta persona, ni a su carácter. El caso de Ginger, una cachorra todoterreno, sin miedo ni al agua, un peso pesado, fuerte, baja, buena y hasta demasiado cariñosa. Una pena que tenga que pasar sus días aquí, casi peor que si fuera adulta.